Después de la muerte de Jesús y de la huida de sus discípulos, se hubiera pensado que la primera comunidad de los apóstoles había terminado.
Pero gracias a la
Resurrección y a la venida del Espíritu Santo dan la fuerza a este pequeño
grupo de hombres que empezó con la conversión de todo el mundo dando a conocer
a Jesucristo, Dios hecho Hombre.
Toda comunidad
cristiana debería confrontar su propia vida con la que animaba a la primera
Iglesia y verificar su propia capacidad de vivir en “armonía”, de dar
testimonio de la Resurrección de Cristo y de asistir a los pobres.
Un “icono” con tres “pinceladas”: es lo que
presenta a la primera comunidad cristiana tal como aparece descrita en los
Hechos de los Apóstoles. El Papa se detuvo en las tres características de este
grupo, capaz de plena concordia en su interior, de dar testimonio de Cristo
hacia fuera, y de impedir que sus miembros padecieran la miseria: las “tres
peculiaridades del pueblo renacido”.
La comunidad humana
internacional, lleva inscrita en su historia los enfrentamientos entre grupos,
guerras entre países, conflictos de diversa índole...Necesitamos propuestas de paz
entre las naciones, respeto entre credos, igualdad entra razas...
La convivencia
pacífica es un valor importante para todos, porque aumenta la alegría de vivir,
suscita nuevas relaciones y amistades, equilibra conflictos...La persona
necesita vivir en paz, forma parte de su propia naturaleza.
Sin embargo, estamos
rodeados de muros y barreras que nos impiden en muchas ocasiones establecer relaciones
con los demás.
Jesús fue radical en
su mensaje: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". ¿Cómo hizo realidad
Jesús este mensaje? A través del modo de vida de los primeros cristianos. Es
muy importante para comprender la Iglesia hoy, conocer como comenzaron su
andadura las primeras comunidades cristianas. Ellas tenían un modo de vida
basado en el amor, la armonía, con un mismo sentir...Es lo que pretendemos con
esta unidad didáctica, adentrarnos en la vida de las primeras comunidades, y
sacar conclusiones y enseñanzas prácticas para la actualidad.
¿Qué entendemos por
comunidad cristiana?
Dios llama a los
hombres a vivir, no solamente en grupo sino en Comunidades y no en simples
comunidades sino en Comunidades Cristianas. Una comunidad cristiana es una
comunidad en la cual, el elemento principal que une a sus integrantes es
Cristo, razón suficiente para mantenerlos unidos más allá de cualquier
diferencia humana. Una comunidad cristiana es un grupo de personas unidas por
Cristo, que viven siguiendo sus enseñanzas. Todos los integrantes de una
comunidad se sienten responsables por las acciones realizadas por cualquier miembro
o sub grupo de la comunidad. La comunidad supone un largo recorrido en el
crecimiento personal y grupal en cuanto a las relaciones personales, la
maduración afectiva, la opción cristiana.
La Comunidad Cristiana es la reunión de personas que creen en Cristo y tienen el encargo de anunciar el Reino de Dios, haciéndolo presente en cada generación a través de las palabras y hechos de Jesús.
CARACTERÍSTICAS DE
LAS COMUNIDADES CRISTIANAS
Estas características
vendrían a conformar los que distinguirían cómo serán las comunidades
cristianas
FE EN JESUCRISTO Y EN
SU REINO: "Es voluntad de Dios el salvar y santificar a los hombres, no
aisladamente sino constituyendo un Pueblo"(LG, nro.9), el Pueblo de la
Alianza (Ex, 30). Como Dios Trinidad, el pueblo en comunidad. La Iglesia,
Pueblo de Dios (1 Ped 2,9-10), sacramento de salvación (LG, 48), tiene como
finalidad última el unir -"religar"- la humanidad con su Señor (GS,
32). Amar y comulgar con Dios conlleva amar al prójimo (Jn 15,9-13). Hoy, el
Señor nos sigue invitando a rejuvenecer la Iglesia, su Pueblo, y llegar a ser
personas adultas en la fe, lo cual se facilita en las pequeñas comunidades de
base (DM, cap. 15, nro.10; DP, 642). De esta manera la parroquia se organiza
como comunidad de comunidades de hijos e hijas de Dios, al servicio del Reino
(EN, 58; RM, 51).
FRATERNAS-HERMANAS:
La vida divina es el Amor. Esto se funda en la revelación que el único Dios
verdadero, vive en la Trinidad de personas: Dios es comunidad en el Amor. Jesús
es un creyente en el Dios-Amor (Mt 22,34-40; Lc 10,25-37). Jesús hace del Amor
mutuo el mandamiento y señal de sus seguidores (Jn 13,34-35). En esta comunidad
de hermanos y hermanas se cuida al que tiene más necesidad y donde los pobres
con Espíritu sean el corazón de las comunidades cristianas. De esta manera los
laicos pobres reconocen su dignidad y por variados ministerios son también
sujetos y agentes de pastoral.
MISIONERAS: Creó Dios,
nuestro Padre, al hombre y la mujer en Jesucristo, su Hijo, con vocación filial
y fraterna en el Amor (Col. 1,15-18; Ef. 1,3-6). Pero el pecado, nacido del
egoísmo humano, lastima y corrompe la vida humana y la fraternidad (Gén.
4,5-12; Rom. 5,12). Ante las personas y la historia herida por el pecado, el
Amor de Dios se hace misionero y liberador: "Tanto amó Dios al mundo que
envió a su Hijo Único, no para condenar el mundo, sino para salvarlo"(Jn.
3,16-17). Jesús, ungido por el Espíritu, "sale" de Nazaret a
liberarnos de todo mal y reconstruir la fraternidad con plena entrega de Sí
mismo (Mc. 1,14-15; Lc. 4,16-21). Jesús llamó y formó a sus discípulos/as, para
que siguieran su misión y "salieran", con entrega plena a predicar el
Reino (Mt. 10, 1-26), y para ello les transmitió su Espíritu, quien los unge y
posibilita para la misión (Jn. 20,22; Hech. 2,1-4). El nos va conformando en el
Hijo (2 Cor. 3,17-18), impulsa a su seguimiento (Mt. 5,3-12), y guía todo
discernimiento (Gál. 5,16-24). La misión es un compromiso comunitario. La evangelización
se realiza en pueblos y culturas diferentes. Para que alcance al corazón de
personas y pueblos debe ser incultura da (DSD, 243-248; SA, 70). La parroquia
como comunidad de comunidades cristianas debe ser misionera, manantial de
ministerios y ministros que "salgan" en misión por la vida y la
fraternidad, a fin de incultura el Evangelio en todo y todos.
SOLIDARIAS: Dios es
solidario con todos. Por ello, no sólo no abandona nuestros pueblos, al pecador
y al necesitado, sino nos entrega a su Hijo para salvarnos, el cual
solidariamente se hace uno de nosotros hasta la muerte y muerte en cruz (Filip.
2,6-11). Este Amor solidario comprende al hombre todo y su sociedad: es
integral. Jesús nos enseñó a unir el "Padre nuestro...y el pan
nuestro", pues es el mismo Creador quien nos dio corazón y estómago: esto
implica armonizar el trabajar para que el pan sea nuesto (de todos), y así
viviendo en la mesa como hermanos manifestemos a Dios como Padre nuestro (de
todos). Jesús acompañó a su anuncio y denuncia del Reino del Padre y la
fraternidad, con acciones y señales, que lo hacían creíble y por las cuales el
pueblo lo reconoció como profeta (Mt. 16,14) e hizo el amor solidario, criterio
último de la comunón o rechazo de Dios y los hermanos (Mt. 25,31-46). Es más,
Jesús es el samaritano solidario (Lc. 10,25-37) "que encarna la caridad y
no solo se conmueve, sino que se transforma en ayuda eficaz"(DSD, 159).
LITÚRGICAS: La
liturgia agradable al Padre ha sido la oblación de toda la vida de Jesucristo,
la cual alcanza su plenitud en su Pascua (Filip. 2,5-11). Jesucristo es el Sumo
Sacerdote de la Nueva Alianza: por ello vive su ser sacerdotal en cada momento
de su vida (Hb. 5,1-10; 9,11-10,25). Dicho sacerdocio está enraizado y centrado
en la solidaridad y la misericordia: "misericordia quiero, que no
sacrificios"(Mt. 9,13). La vida y pascua de Jesucristo es la fuente y
cumbre del sacerdocio de la compasión y misericordia, en oposición a un culto
formal y vacío (Hb. 10,5-10; SC, 7.10).
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